lunes, 23 de enero de 2012

CD. PUERTOLLANO 2-0 CD. SAN ROQUE DE LEPE

El San Roque se llevó una derrota merecida de su visita al estadio Ciudad de Puertollano ante un rival que siempre quiso el partido, el Club Deportivo Puertollano.


El conjunto de Luis García Tevenet, demasiado pendiente de reducir las virtudes de su rival, no explotó las suyas, y dejó que el partido evidenciara un puñado de sus defectos. Con un planteamiento pendiente de lo que hacía el otro, el conjunto lepero nunca se acercó a la victoria por más que contemplara, durante muchos minutos, un empate que sabía como tal.

El Puertollano, por su parte, sabedor de la importancia de los puntos en casa, predicó el mensaje de su entrenador con vehemencia: paciencia y no cometer errores. Y así, con ambición, llegó al éxito.


Mal mensaje el que lanzó de inicio Tevenet a los suyos, que lo acabaron pagando. La alineación, alienada, con un central por delante de la defensa para bailar pegado a Sergio Molina. Borja Perea se borró de la circulación de los visitantes y se pegó al máximo goleador de los industriales.

El experimento, que no fue con gaseosa como corresponde, le salió rana a Tevenet, que se vio perdiendo al descanso con un gol de Sergio Molina.

Enfermo de reservismo el equipo desde el inicio, al San Roque le costó despegar. En concreto, casi ochenta minutos, los que tardó en dar por fin un paso adelante para creerse que podía llegar al área de Limones. Hasta entonces había fiado su poderío al balón parado, donde mejor y más se sumaba al ataque, mientras no le importaba interrumpir mediante faltas la progresión de los locales, que quisieron el balón desde el inicio.

Ese ansia les pudo costar caro, porque su afán por progresar al pie desde la defensa puso un cebo fácil a la presión de los leperos, muy adelantada. El problema es que Sergio Molina, que vio la artimaña de Tevenet, se echó a un costado y dejó libre una parcela que ocupó Mario Ortiz con inteligencia: el hueco que restaba en su persecución individual Borja Perea. Con el veneno, el propio Tevenet había recetado el antídoto a los locales.


Así, en la primera mitad el que pudo marcar y marcó fue el Puertollano. Lo hizo en la única ocasión en la que Borja se relajó, porque la circulación se había convertido en un pelotazo. Pegó Portela desde campo propio y los centrales, confiados en que Borja estaba con su par, se fueron al bulto para saltar con Emilio Guerra. Saltaron los tres y no tocó ninguno el balón, así que Sergio Molina dejó un bote, acomodó el cuerpo y superó con una sutil vaselina de zurda la oposición de José Ramón. El plan, al garete.

La herida pudo ser mayor si Pizarraya hubiera acertado tras un saque de banda. El movimiento lo marcó, de nuevo, Molina, que se llevó a dos contrarios en su estela hacia la línea de fondo. Desde el centro del área emergió Guerra y hacia él fue el balón desde las manos de Portela. El ariete sirvió para la carrera de Pizarraya, que partía el área. Cuchillo caliente en mantequilla. Su disparo de zurda superó a José Ramón y se estrelló violentamente contra el palo. Era el último minuto de la primera parte, y el San Roque sobrevivía por puro azar.

Si alguien esperaba un movimiento de Tevenet en el descanso, erró la previsión. Tardó el técnico en mover ficha a pesar de que Sergio Molina avisó en el primer minuto de que la cosa no iba a cambiar. Esta vez se quedó en un aviso, pero cuando Zúñiga movió el cajón y metió a Elton en la banda, el Puertollano entendió el mensaje. No bastaba el uno a cero, no cabía la especulación.

El brasileño resolvió de un zurdazo inapelable. Rompió la red de José Ramón desde la arista izquierda del área, por donde entró tras una jugada de rechaces para cruzar a la red el balón. El gol hizo tambalearse al San Roque, que pasó entonces sus peores minutos. Sergio Molina se adornó en exceso en un balón franco ante José Ramón, que le sacó el balón por arriba, y Mario Ortiz topó con una nube de piernas en otro claro acercamiento local.

Para cuando Tevenet quiso corregir, ya era tarde. Quitó a Borja, cuya misión había fracasado, y recompuso un poco el traje de un equipo que nunca jugó a ganar, se conformó con no perder. Y acabó perdiendo. Incluso pudo encajar algún tanto más al contragolpe, pero el cansancio y la falta de precisión le privaron de un castigo mayor. El San Roque sólo ha recibido quince goles en lo que va de Liga, y el Puertollano le ha hecho cuatro. Salir a no perder sale demasiado caro.

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